-Hija de puta- se escapó de los finos labios de Sebastián Sosa, sentado entre los árboles al costado de la ruta.- hija de puta, hija de puta- una y otra vez,cada vez su voz se volvía mas reprimida, al punto que los dientes le chasqueaban. - No va a quedar esto así, hija de puta-
El frío de ese domingo de julio no se sentía salvo en sus pies, entumecidos y violetas. Esa noche de invierno, como muchas otras mas, se destacaba por tener una luna llena muy clara y estrellada como sólo lo permite el monte. No se escuchaba ningún alma y sólo el silencio del monte era dominado por la respiración calmada de Sebastián. El frío no perdona en el monte y menos a alguien que estuvo toda la noche escondido entre los árboles.
Obviamente esto poco tenía preocupación en su cabeza, porque la rabia, la indignación y la frustración dominaban sus pensamientos.
Hace unos años Sebastián había sido un ciudadano casi ejemplar del pueblo, contador, dueño de un estudio, padre de tres hermosos nenes (maría, pedro y el chiquito juan), esposo devoto y acerrimo creyente de la santa trinidad. Durante su infancia creció dentro de un hostil hogar: una madre alcohólica, un padre golpeador y un abuelo abusador. Igual todas esas cosas terribles no le impidieron de tener una infancia tranquila y "normal". Fue mejor promedio durante primaria y secundaria, fue elegido mejor compañero en universidad y recibió el premio al mejor contador solamente 3 años después de recibido. Todo esto antes de ella. Esa hija de puta.
Se conocieron alrededor de hace 5 años y desde ahí su vida un infierno. Sentado, espectante, cagado de frío al lado de una ruta y en una noche gélida todavía recuerda el día en que la vió. Fue una tarde de primavera y hacía tanto calor que ni siquiera había una mosca zumbando, los perros estaban cerca de las puertas de los negocios tratando de robar un poco del aire acondicionado de los locales. Sebastián estaba terminando con unos balances cuando por la puerta entra Pablo Pertucci, un sexagenario abogado, amigo de la familia. Levanta la frente y detrás de Pablo la ve, - Dios me libre...- llegó a soltar. De pelo rubio y una tez tan nívea que en ese momento Sebastián llegó a creer que se trataba de Hera, la esposa de Zeus, famosa por su piel blanquecina. Sus manos eran tan delicadas que parecían acariciadas en porcelana fina, sus hombros y cuello eran tan delicados que daban la sensación de que se iban a romper. Sebastián se sebresaltó, y literalmente pegó un salto y pronto se dirigió a saludar a Pablo que en ese momento se estaba secando el sudor de la frente.
-¿Y?, ¿Cómo anda el contador?- tiró con una mueca- ¿Te maltrata el calor hijo de puta?- y tiró una carcajada estrepitosa.
Sebastián todavía no se recomponía. No podía creer tanta belleza cerca de él. Su mano temblorosa dió un saludo débil a Pablo y contestó:
- Acá me ve, doctor. ¿Cómo le va?
-Bien che, justo pasé y me quise fijar como andabas y de paso contarte que....
Pronto todo se desvaneció y sus ojos, así como todos sus sentidos, estaban fijos en ella. Su presencia llenó el cuartito del estudio con un perfume tan dulce que Sebastián lo sentía degustar en su paladar. Ella ,en cambio, parecía etérea, imperceptible al cuartito del contador. Su mirada parecía fría, distante, soberbia, poco consciente de que Sebastián tenía su mirada puesta en ella. En ese momento era capaz de dejar a su esposa, sus hijos, la iglesia, su vida. Sólo sabía y quería saber que lo único que deseaba era estar con ella todo el tiempo posible. Nunca en su vida entera se había sentido tan atraído hacia una persona del sexo opuesto. Quería, no, necesitaba respirar el mismo aire que ella, necesitaba sentir su contacto. Una pulsión demasiado grande lo empujaba a acercarse a ella. Y Pronto sucedió, sus ojos se posaron en el. Se le había venido el mundo abajo, y las piernas le temblaban, su pulso se aceleró y su sexo daba espasmos que le subían por toda la columna.
- Hola.-
-Hola.-
-¿Cómo te llamas?.-
-Helena. ¿Vos?-
-Sebastián.- Y hasta ahí llegó porque justo Pablo interrumpió.
-¿Viste? Decime si no es lo mas lindo del universo.-
- Pero no es tu hija.- Tiró Sebastián, y pronto se dió cuenta que su tono sonó muy imperativo. En seguida se dió cuenta que tenía que mantener las formas.- O sea...em..¿vos sos qué con ella?- Tratando de disimular su evidente atracción hacia Helena.
-¿Ella? Mi sobrina. Es hermoso lo que te puede dar la vida, ¿no? Mirame sino, ya tengo 62 y pensé que nunca me iba a tocar pero ya hace unos cuantos años que estoy encantado de tenerla en mi vida. Pero ella- la señaló y haciéndole cosquillas- ella, ya no me quiere parece.
- ¡Basta tío!-y pronto le tiró unos manotazos para que parara las cosquillas.- Ya soy grande ya.-
-¡Viste como me trata! Jajaja. Está en esa edad en que creen que ya pueden hacer las cosas solos y creen saber como es el mundo.-
- Si son así. ¡Pero mirá que yo hace unos años también fui así eh!- Y vió que ella le daba una mirada de aprobación, y ya para esas alturas Sebastián no hacía otra cosa que imaginarla desnuda en su cama e invitándolo con la mirada a que yaciera con él.
- Bueno, che te voy dejando porque tengo que dejarla en la casa de mi hermana.- Dijo Pablo y el sueño de Sebastián llegó a un estrepitoso final.
-¿Qué?¿Ya? -La desesperación dominaba la mente de Sebastián-¿No te querés quedar un rato mas?-
- Me gustaría pero si no la llevo a la que hora que quiere empieza a hacer quilombos.- Dijo Pablo y tiro otra de sus risas estrepitosa.
- Bueno, pero los veo pronto, ¿si?- Estaba odiando a Pablo con todo su ser por alejarla.
-Dale, Dale.-
-Chau Helena...- Pero ella ya estaba abriendo la puerta del auto, cuando lo escuchó. Se volvió corriendo y le dió un beso en la mejilla. Y sólo eso bastó.
-Chau.- se despidió regalándole la sonrisa mas hermosa que había visto en su vida. Corriendo volvió al auto y desapareció con la polvareda.
Desde ese día Pablo había renacido. Daba grandes donaciones en la iglesia y se incluía en las actividades solidarias. Llevaba a todas las actividades que sus hijos pudieran hacer y participaba en todas ellas. Se volvió un amante insaciable, pasándose noches desveladas con su mujer en el cuarto. Su mujer no podía creer, había algo en su marido que había cambiado, y para bien, pero en ese entonces poca importancia le dió. Su vida tenía un nuevo nombre. Su religión tenía un nuevo nombre.Su lujuria tenía un nuevo nombre: Helena.
A Sebastián pronto el fugaz enamoramiento iba perdiendo la fogacidad con la que había comenzado. No la podía cruzar en ningún lado. Pensó que quizás la veería en algunas de las actividades que el pueblo organizaba, pero ni así. Pensó que quizás la encontraría en el supermercado, pero no. En la Iglesia, los domingos, tampoco. Su corazón se acongojaba al pensar que probablemente esa fue la única vez que pudo verla, y eso lo aterraba. -No puedo perderla para siempre- se decía- No ahora por favor, dios.- rezaba para sus adentros. Sentía un vacío infinito y sabía que la única persona en este mundo que podía llenarlo era Helena. -Por favor Dios, necesito, la necesito- sollozaba en su cuartito del estudio, ese lugar que tanta seguridad le daba aunque el no sabía porqué.- Dios ¿por qué me la cruzas en mi camino para después quitarmela de semejante manera?¿Por qué?¿Por qué mi corazón sufre tanto?.-
Pronto dejó de rezar. Pronto dejó de llevar a sus hijos a sus actividades. Pronto dejó de estar con su esposa. La sola idea de pasar tiempo con su familia lo enfermaba. Se recluía en su cuartito del estudio durante horas; era capaz de pasar días enteros hermetizado en la idea de encontrarsela y poder hilar dos oraciones que pudieran impresionarla y así tenerla para siempre; alejarse de esta vida impersonal.
Los diás trasncurrieron, y las semanas y meses los siquieron.
Iba perdiendo color, y cada día estaba mas pálido. Empezo a sufrir de disfunción erectil, lo cual sumado al estrés llevaron a discusiones bastantes feas con su mujer. Evitó hablar con sus hijos. Detestaba ir a iglesia y se pasaba los días enteros paseando por el pueblo para encontrarla.El cuartito del estudio era su último bastión. Trataba con esfuerzos titánicos recordar SU perfume. evadía su trabajo y se evocaba a imaginar un mundo, un universo paralelo donde el y Helena eran uno, y que todas las noches se fundían largos rituales de sexo donde el terminaba acostado boca arriba mirando algún techo y con su mano tanteando el sudado cuerpo de Helena. Así como sus sueños venían, se iban. La idea de ni siquiera poder controlar sus fantasías lo irritaba, lo violentaba.
Pero cuando todo parecía desvanecerse en su memoria, tal vez Dios, el destino o una simple coincidencia cambió su vida.
Fue en un domingo de Iglesia, luego de que su mujer insistiera en ir, cuando sucedió. Sebastián estaba a un padre nuestro de dejar de ser católico cuando mirando por las bancas de de la iglesia, la vió. Su corazón había resucitado cual Lazaro. Su pulso volvió a hervir como la primera vez. Su sexo lubricabase y crecía con cada respiración que exhalaba. Sus pupilas se dilataban y sus manos empezaron a ponerse inquietas. Ideó rápidamente un plan, ya que no había tiempo que perder.
Se levantó de su asiento, dijo a su mujer que ya venía y ésta le dirigió una mirada despreciante. Obviamente poco le importaba lo que la vieja pelotuda pudiera hacer o decir.
Buscó estar en su campo de visión y esperó. No esperó mucho. Helena lo vió, y le dirigió esa sonrisa otra vez. Le hizo señas para que saliera de su banca y lo siguiera. Miró para uno y otro lado y entre risitas se bajó y lo siguió. Agarró su mano blanca y la llevó con mucha prisa a través de la iglesia sin que nadie los viera. Cerca del final vió un viejo confesionario, grande como un armario, donde dos personas tranquilamente entrarían y podrían entregarse al silencioso placer.
Corrieron y se metieron. La miró y no lo podía creer. Estaba hermosa, tenía un vestido blanco con pequeñas enredaderas con florecitas de colores y unos zapatos de charol. Tenía el pelo atado en una sola cola bien tirante con una hebilla de mariposa. El peinado resaltaban sus penetrantes ojos azules, que brillaban aún mas debido a la luz que entraba por las rejillas del confesionario. La miró y le dijo:
- Hola.-
-Hola. ¿Cómo está?-
-Mucho mejor ahora.¿ Vos?-
-Bien.¿Pero por qué estamos acá?-
-Vos sabes...no te me hagas la tonta.-
Bajó el cierre de su pantalón y sacó su sexo que ahora estaba totalmente erecto, y su mirada era ahora hueca, vacía y oscura. Una mueca siniestra se empezo a dibujar en su rostro y la tomó por el cuello. La alzó y tapó su boca antes de que pudiera llegar a gritar. Helena lloraba y pataleaba y trataba de librarse pero Sebastián la tenía bien fijada a sí cuando comenzó a desgarrar su vestido tratando de llegar a su bombacha. La idea de poseerla lo venía torturando desde esa vez en el cuartito del estudio. Sentía una pulsión institiva, animal que lo llevaba a esos lugares en su mente a los que no quería ir pero lo único que saciaba esa sed era abusar y asesinar a inocentes infantes. De quitarles la vida y ver como ésta se le escapaba por las manos. Sentir que algo bello e inocente dejaba el mundo por su culpa lo enloquecía. Se Sentía poderoso, intocable, capaz de lo imposible. Todo esto lo sumía en un estado de lujuria animal que no podía controlar.
Sus pupilas ya no se podían dilatar mas, sus manos estaban fijas y firmes, y sus palabras sonaban frías y precisas.
- No me dejaste otra opción, Helena, ¿sabes?, ¿yo quería hacerlo esto de manera tranquila sabes?, pero no haberte encontrado durante este tiempo hizo que ya no pudiera aguantar mi, como decirlo para que entiendas...necesidad. Ahora vas a ver, hija de puta.
En ese momento un monaguillo, Juan Juárez cruzaba por ahí, porque el padre le había pedido que trajera la canastita para las donaciones, y escuchó unos sollozos silenciados, y le llamó la atencíon. Abrió la puerta y sólo eso bastó. Griterios, llantos y una urbe poseídos por una furia divina se arrojaron encima de Sebastián quien tenía adelante a una esposa que no entendía nada pero un instinto, del que luego se arrepintió, hacía que protegiera a su marido.
Siguieron un juicio, noticias en todos los medios del país, vigilias por justicia y apoyo de todos los lados del país. Debido a que no había pruebas mas concluyentes solo se lo pudo imputar por abuso sexual porque el único abuso que hubo fue el desgarramiento de ropajes y la violencia del acto. Se lo condenó a 4 años de reclusión, y con los años pasó a ser una mancha en el pueblo. Todos hablaron en su momento del caso. La familia Sosa se mudó debido a la vergúenza y se radicaron en una provincia del sur. La familia de Helena se llevó la peor parte. Eran objeto de chisme en todo el pueblo durante 2 años. Helena tuvo que ser internada para evaluaciones psicológicas durante un año y medio. Y después la recuperación. Noches entera donde Helena se levantaba llorando a todo pulmón y no había manera de hacerla parar ni tranquilizarla. Con el tiempo tuvieron que drogarla con somníferos para que pudiera tener algún momento de paz.
Con los años encontraron que la única manera de tranquilizarse para Helena era dar caminatas por el campo en noches estrelladas. Parecían ir viendo cambios considerables, y los padres se esperanzaban con que su hija de 12 años pudiera llevar una vida normal.
-Hija de puta. Vas a ver...vas a ver.- el frío no perdona en invierno y menos para quien después 2 meses de hacer un seguimiento de la vida de Helena ya sabía de su rutina completa. Hace unos meses que ya había salido de ese agujero. Por las noches despertaba sudando frío, acostumbrado que cerca de la medianoche en la cárcel los reclusos trataran de violarlo y actuar de verdugos. Los "violines", como es sabido, no son bienvenidos en las cárceles. 4 años pudriéndose dentro de ese lugar y 4 años por dentro carcomido por la venganza. Planeó todo para que esa noche fuera perfecta. Nunca le gustó que nada saliera fuera de lo planeado. Ni con sus números, ni con sus víctimas. Esperó y esperó hasta que anochezca para poder guarecerse dentro de los árboles del monte.
Eran las 3 de la mañana, creen los criminalistas, cuando Sebastián salió de su escondite. Sorprendió por detrás a Helena y con un cuchillo le cortó el cuello, sin antes violarla varias veces antes de fallecer. Sus restos fueron hallados a lo largo del km 43, en un recorrido de 2,5 km donde se podía encontrar cada tantos cientos de metros algun miembro de Helena. Al ser una ruta poco transitada es posible que Sebastián tuviera el tiempo necesario para consumar el abuso y desmembrarla con un machete que se encontró con sus huellas y demas objetos que se supone sirvieron de "estación" de espionaje. Los restos se encontraron a los dos días, llenos de moscas y carcomidos por las aves de rapiña. Se cree que Sebastián cruzó la frontera con otra identificación. Todavía sigue prófugo y se le han agregado 2 causas mas que pueden estar relacionadas con su modus operandi.